Al otro día volvimos a vernos. Esta vez tendríamos nuestro ansiado paseo por
el pueblo.
Sobra decir que ella estaba preciosa como
siempre.
-¿Vamos?- le pregunté
-Vamos-
La llevé a los lugares más lindos del
pueblo: a la playa, a los miradores, al parque.
Solo nos faltó ir al bosque, sin
embargo era maravilloso caminar al lado de ella.
Llevaba pocos días de conocerla, pero
empezaba a sentirme atraído hacia ella.
Algo tenían sus ojos café que parecían ejercer cierto influjo sobre mi.
Con el paso de los días los paseos con
Alejandra se hicieron habituales. Eso,
además de los almuerzos y los desayunos.
Nos convertimos en muy buenos amigos, aunque yo había empezado a
enamorarme de ella. ¿Empezado? Estaba
enamorado por completo. Supongo que
debía decírselo.
Quería confesarle que me gustaba, de
veras, pero cuando intentaba llevar la conversación hacia ese tema ella me
salía con alguna frase que siempre terminaba en “amigo”.