sábado, 11 de agosto de 2018

Miriam, capitulo 1


Capitulo 1
Apenas canta el gallo los trabajadores de la hacienda Los Robles comienzan a salir de sus casas.  Unos presurosos, otros bostezando. Todos se dirigen a la oficina de Raimundo el capataz quien les dará las ordenes que ha dejado el patrón y designará a cada uno la labor que les corresponde.
Todos esperan sentados en las bancas que hay afuera de la oficina.
De pronto se escucha un gran estruendo
-¿Qué es eso?- pregunta Don Fabo, el más copuchento de todos
Se asoma y ve una gran polvareda en la cuesta.
-Alguien viene-
Una carreta se aproximaba a toda carrera, iba cargada con maletas y colchones.
-¿Y eso?- preguntó Don Fabo
La carreta era conducida por una bella mujer, de cabellos dorados, piel blanca y ojos azules como el océano.  En la parte trasera de la carreta, además del montón de cosas venían cinco muchachas, todas igual de hermosas como la conductora.
-¡ Válgame dios!- exclamó Don Rosendo, uno de los mas lachos de la hacienda ¡Pero miren que ramillete de flores!-
La mujer detuvo la carreta frente a todos los hombres, al hacerlo levantó  una nueva polvareda.
Cuando el polvo se dispersó la mujer esbozó una bella sonrisa. 
-Buenos días- dijo- ¿Me pueden decir cómo llegar hasta la vieja casona Maturana?-
Don Rosendo fue quien contestó:
-Es re fácil, mijita; siga por este camino hasta el fondo, después doble a la izquierda. La primera casona que va a encontrar es la casona Maturana-
-Muchas gracias-
La mujer movió las riendas del caballo y la carreta se puso en marcha una vez más.
Don Rosendo lanzó un largo silbido
-¡Vaya montón de chiquillas lindas, oiga!-
-¿Quienes serán?-
Don Fabo, quien se conocía todas las copuchas de la hacienda fue quien contestó:
-¿No saben que vendieron la casona Maturana? Esa mujer es la nueva dueña-
-¿Qué?  Pensé que Don Valerio la iba a comprar-
-Al parecer el terco de Cornelio Maturana no se la quiso vender-
-Chuu... Don Valerio va a estar furioso-
-Sí, el siempre  quiso quedarse con esas tierras-
-¿De qué hablan los copuchentos?- preguntó Augusto Martínez, quien siempre llegaba atrasado
-Vendieron la casona Maturana y todas esas tierras-
-Y la dueña es preciosa- agregó Don Rosendo
En ese momento apareció Raimundo y los huasos guardaron silencio. No era prudente hablar ese tema frente al capataz, podría decírselo a Don Valerio.

Entretanto la mujer seguía manejando la carreta por aquellos polvorientos caminos, con sus hijas atrás, en medio  de todas sus pertenencias
-¿Cuanto falta, mamá?- preguntó Alba, la mayor
-Ya queda poco, hija- dijo la conductora
La mujer se llamaba Miriam y había cierta tristeza en sus ojos.  Era la nostalgia por dejar atrás toda una vida en la ciudad, por tener que empezar de cero en el campo.
Su esposo Saturnino había fallecido en un horrible accidente de tránsito y ella se había quedado viuda con sus hijas. De eso hacía ya más de un año.    Le costó mucho a Miriam superar la pena, pero  tuvo que aprender a salir adelante por sus hijas, trabajó en un restaurant y con eso solventó muchos gastos.
Se llevó una gran sorpresa al saber que su esposo había dejado una buena suma de dinero destinada a comprar las tierras que pertenecieron a la familia Maturana.
-Tal vez la vida en el campo nos siente bien- pensó  Miriam
Y decidió mudarse a las cercanías de la  hacienda los Robles, aunque no tuviera idea de cómo es la vida en el campo.
-Espero estar haciendo lo correcto- se dijo

Al fin divisaron la casona Maturana
-¡Es enorme!- Dijo Roxana
Un hombre las estaba esperando,  se trataba de Cornelio Maturana.
Miriam y sus hijas bajaron de la carreta. Las muchachas estaban aliviadas, por fin el viaje llegaba a su fin.
-Buenos días, señoritas-  dijo Cornelio
-Buenos días- dijeron todas
-Pase por aquí, Miriam, el notario ya está adentro esperando para que firmemos los papeles-
-Espérenme aquí, niñas-
Miriam entró mientras las muchachas la esperaban.  Las hermanas eran cinco: Alba, la mayor, Roxana, Emilia, Julieta y Carla, esta ultima había quedado muda hace un par de años, todos ignoraban el por qué, pero de un día para otro perdió la voz.
-Este lugar es hermoso- dijo Roxana
-Habrá que trabajar mucho para sacar adelante estas tierras- dijo Alba
-¿Por qué el dueño habrá decidido venderlas?-
-¿Habrán muchachos en la hacienda vecina?- preguntó Julieta
-Tú solo piensas en eso-

Adentro Miriam y Cornelio firmaban los papeles de compra venta de la casa.
-Bien- dijo Cornelio- la casona y todas estas tierras ahora son todas suyas, Miriam-
-Aun no comprendo por qué las vende-
-Quiero ir a vivir cerca del mar, ese ha sido mi sueño siempre y con este dinero me alcanza para estar cómodo un par de años-
El hombre se despidió y luego se fue junto con el notario.
Miriam le hizo una seña a sus hijas:
-Pasen, niñas-
Las muchachas se abalanzaron sobre la casa entre gritos y risotadas, empezaron a revisar el lugar y a elegir habitaciones.
-El lugar es enorme- no dejaba de decir Alba
La casona tenia además del enorme jardín un  invernadero muy bien cuidado
-Al parecer al señor Maturana le agradaban mucho las flores- dijo Julieta
-¡Ayúdenme a bajar las cosas de la carreta!- dijo Miriam


Entretanto, en la gran casona de los Robles, Don Valerio se enteraba de la venta de la casona Maturana
-¡Cornelio es un maldito terco!- gruñó -¿Por qué no quiso venderme sus tierras?-
A su lado estaba Mauricio, su mano derecha en cualquier tipo de asunto, un tipo frio que solo vivía para servir a Don Valerio
- Hay rumores de que le vendió esas tierras a una mujer- dijo el hombre
-¡Una mujer!-
-Así dicen-
-Quien haya sido no estará mucho tiempo en ese lugar-


Fue un día agotador para Miriam y sus hijas, después de bajar todas las cosas de la carreta tuvieron que ordenar sus habitaciones y la casa.  
-Ya descansemos un rato ¿Si?- dijo Julieta- hemos estado acarreando y moviendo cosas toda la tarde-
-La casona debe verse impecable- le dijo Alba- ¿O quieres que esté todo desordenado y cochino?-
-Podríamos ordenar después. Podríamos salir  a recorrer las tierras, tal vez..
-¡Eso después! Deja de ser tan floja-
Miriam tuvo que calmar a sus dos hijas. Alba y Julieta no se llevaban muy bien.

Antes del anochecer recibieron la visita de Don Valerio Robles
-Buenas tardes- dijo -Usted debe ser la nueva dueña de estas tierras. Mucho gusto, mi nombre es Valerio Robles-
-Un gusto, caballero. Me llamo Miriam y estas son mis hijas-
-Bienvenida a esta hermosa región-
-Muchas gracias-
-Seré breve; Cornelio Maturana nunca quiso venderme estas tierras y de la noche a la mañana se las vendió a usted, ¿Es acaso familiar suyo?-
-Don Cornelio y mi difunto esposo tenían un trato desde hace mucho-
-Eso no me importa, quiero saber en cuanto me vende todo. Estoy dispuesto a pagar lo que sea-
-No voy a vender estas tierras, Don Valerio, mi esposo las compró para mis hijas y para mi-
-El campo es un lugar muy duro para un grupo de mujeres solas ¿Piensan arar la tierra ustedes? ¿Arreglarán las cercas ustedes? No, eso es trabajo de hombres-
-Eso es machismo-
-Dígame ¿Cuánto pagó su  esposo por estas tierras? le daré el triple-
Miriam abrió los ojos de par en par. La cifra que ofrecía aquel hombre era una cantidad enorme.