1- Vida
de Alvarado
En la hermosa hacienda de Tongoy Alto, en una casona
a los pies de los grandes cerros vivían los Alvarado, una familia de nueve
integrantes: Don Ángel, la señora Rosa y sus hijos: Julio, Adriana, Humberto
(Alias el Peca) Judith (Alias la Judi) Rosa (Alias la Mingue) Ángela (Alias la Quela) y el peño Ángel a
quien todos le decían Lelo.
La vida era sencilla y muy tranquila en Tongoy Alto,
la señora Rosa y Don Ángel se levantaban apenas cantaba el gallo, ella empezaba
a hacer las labores del hogar y sacaba a las cabras del corral y él se iba a
trabajar al campo en su caballo. Los niños se levantaban después, como estaban en vacaciones de verano no
tenían que madrugar para ir a la escuela, pero de todas formas colaboraban en
la casa y luego se iban a jugar por el campo, a los cerros, a pillar perdices o
liebres o a jugar con los vecinos.
Las casas en el campo estaban separadas un par de
minutos unas de otras.
Esa mañana a
la señora Rosa le tocaba hacer pan amasado.
Ya tenía preparado el horno de barro y aprovechó de poner la olla con la
cazuela mientras amasaba.
La Quela la ayudaba mientras la Adriana y la Judi
ordenaban. A la Mingue la habían mandado
a lavar la ropa al bajo.
Era una calurosa mañana de verano, pero el viento ya
comenzaba a soplar moviendo con fuerza las ramas de los perales y las higueras
cercanas.
El Julio se había ido a andar por los cerros y el
Peca como era habilidoso con la madera, fabricaba figurillas, el pequeño Lelo lo miraba fascinado con ganas de meter
la mano, pero cada vez que lo intentaba el Peca lo regañaba:
-Vos no sabis- le decía – Tenis que mirar nomas-
La Mingue ya había terminado de lavar la ropa y
antes que la mandaran a hacer otra cosa se arrancó por entre el bosque que
había en el bajo. A ella le gustaba
andar subida en los árboles o en los cerros, por eso en un principio le decían
“La pingue”, pero con el tiempo el sobrenombre fue modificándose hasta que
terminaron por decirle Mingue.
Le había sacado una honda al Peca y la tenía
escondida entre las ramas de un peral.
-El día está ideal pa ir a cazar tórtolas- dijo
Se armó de unas piedras y se adentró en el otro
bosque, cerca de la gran casona que era ocupada por la Chirusca.
Logró atrapar dos tórtolas y se las llevó a la
señora Rosa para que se las preparara
-Pa mañana- le dijo la señora Rosa
Y antes de que la mandaran a hacer algo, la Mingue
volvió a arrancarse al bosque.
Entretanto la Adriana había ido a buscar agua al
pozo cuando se encontró con un joven huaso a caballo.
El muchacho se ofreció para ayudarla con los baldes
de agua.
Era el
Segundo Torrejón y hace tiempo que andaba a la siga de la Adriana.
Tan enamorado andaba que quería hablar con Don Ángel
y pedir a la Adriana en matrimonio.
-Cualquiera de estos días voy a venir a pedir tu
mano, Adriana-
La Adriana se sonrojó y a la vez se asustó, si se
casaba iba a tener que ir a vivir con el Segundo al campo de los torrejones
-Vamos a andar a caballo-
-No tenemos caballo, mi apá tiene, pero lo está
ocupando-
-Entonces vamos a caminar-
-Bueno-
Se fueron caminando por un sendero, el segundo dejó
amarrado el caballo en el portón de los Alvarado.
En ese momento pasó el Colo, uno de los hermanos
Varela, y vio al caballo
-Ese caballo no es de Don Ángel-
Se le ocurrió que podía sacarle un muy buen precio
si lo vendía.
Lo desató cuidadosamente y se lo llevó.
Cuando el Segundo y la Adriana volvieron no
encontraron al caballo
-¿Y mi caballo?-
Ni la señora Rosa ni la Judi habían visto ni
escuchado nada
-¡Se robaron mi caballo!-
El Colo iba a vender el caballo de inmediato.
