Todo era felicidad para Ana María y Julián.
En aquel pueblito podían pasear tranquilamente
tomados de la mano y besarse sin recibir reproches de la gente. Nadie conocía el pasado de Julián lo cual era
un gran alivio.
Pero un día el manco Araya lo vio y lo reconoció:
-¡Julián!-
Julián frunció el ceño, pero cuando el manco se
acercó reconoció su rostro.
-Julián-
-Me está confundiendo con alguien más, señor-
-Claro que no, tu eres Julián, estuvimos juntos en
la cárcel, recuerda el robo al banco nacional-
-No sé de qué habla-
-Si lo sabes - miró a Ana María- De seguro que solo finges porque estas frente
a esta preciosidad, pero claro que sabes de lo que hablo-
-Le repito que usted me está confundiendo, amigo-
-No, yo sé de lo que hablo, Julián, jejeje, mejor
conversemos cuando estés solo, no quiero arruinar los planes que tienes con
esta preciosura-
El manco se alejó.
Julián se sintió apesadumbrado.
-Con el aquí todo puede echarse a perder, es capaz
de decirle a todos que yo estuve en la cárcel-
-Tranquilo,
amor, confiemos en que solo se encuentra de paso en el pueblo-
Pero el manco Araya tenía planeado robar la bóveda
de Rómulo Roldán
-Julián me puede ayudar, el era experto en abrir ese
tipo de cajas fuertes, jejeje, y al saber todo el dinero que hay de por medio
de seguro que no se negará, aunque tendré que compartir la mitad con el...Bah,
una vez que abra la caja fuerte lo mataré-
Al llegar a casa Ana María intentó calmar a Julián
-Amor, ya deja de preocuparte no va a pasar nada
malo-
-Si alguien se llega a enterar de que estuve
preso...
Para desgracia de ambos Roxana escuchó todo.

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