Antonia quería gritar de terror al ver como sus padres
eran asesinados por los militares, pero comprendió que si lo hacia la
descubrirían.
-Mamá, papá...
Los militares subieron los cuerpos a un camión. Antonia quiso enfrentar a los uniformados y
vengar a sus padres, pero el miedo la tenia paralizada. No podía creer que ya
nunca más vería a sus padres.
-Los mataron...
Escuchó otro disparo y presintió de que se trataba: su
abuela, probablemente también había sido asesinada por aquellos hombres de
uniforme.
-Me quitaron a mi familia....
-¡Revisen bien la casa!- ordenó un militar
Antonia comprendió que lo mejor era correr lejos.
Huyó sin mirar atrás, con los ojos llenos de
lagrimas y el llanto atorado en la
garganta.
Sus padres, su abuela, todos habían sido asesinados.
Corrió por casi una hora y llegó sin aliento a casa de su tío Enrique
-¡Tío!- gritó desde afuera-¡Tío!-
Un enorme perro le salió al paso
-¡Tío, tío, el perro!-
El fiero mastín sacó la cabeza por entre los palos de
la cerca amenazando con morder a Antonia
-¡Sale perro!-
Para alivio de la niña la puerta se abrió y un hombre
regordete salió, era su tío Enrique.
-¡Ya basta, Duque!- gritó y el perro retrocedió
obediente
-¡Tío Enrique!-
El hombre frunció el ceño, tardó unos segundos en
reconocer a Antonia y abrirle la puerta.
-Antonia ¿Qué haces aquí?-
La niña lo abrazó
-Tío, mis papás, los milicos...Los..Los..
-¡Cálmate!
Respira hondo y una vez que te calmes me cuentas todo-
Antonia respiró hondo y trató de tranquilizarse
-Los milicos, fueron ellos...Llegaron...Fueron a la
casa y asesinaron a mis papás y a la abuela...
La niña volvió a romper en llanto
-Debemos entrar a la casa-
Enrique la llevó adentro y le dio un vaso con agua y
azúcar.
-Eso te
tranquilizará-
-Gracias, tío-
-¡Milicos de mierda! Sabía que tarde o temprano
vendrían aquí, pero tus padres son porfiados-
-Dijeron que viniera a tu casa, que tú me cuidarías-
Enrique puso mala cara.
-Sí, supongo que sí- dijo
La casa de Enrique tenía un solo dormitorio, pero el hombre
no quiso perder la comodidad de su cama:
-Vas a tener que dormir en el sillón, Antonia-
-No importa, tío-
-Te traeré unas frazadas-
Antonia se dejó caer pesadamente sobre el sillón y
otra vez se puso a llorar
-¡Papá, mamá, abuela!-
-¡Ya deja de llorar!- le dijo Enrique- después habrá
tiempo para llorar a los muertes, ahora debemos estar preparados, los militares
podrían venir-
Todavía no
acababa de decir esas palabras cuando estaban tocando la puerta
-Deben ser ellos ¡Escóndete, Antonia!-
Antonia se metió bajo la cama.
Enrique abrió la puerta y un grupo de militares entró
a la casa
-¿Cuál es tu nombre?- le preguntaron
-Soy Enrique Garcés-
El militar revisó
la casa por completo
-Parece que no hay nadie- dijo- vámonos-
Los uniformados se fueron y Antonia pudo salir de su
escondite.
Enrique apretaba los puños.
-Yo sabía que todo esto iba a pasar, tus padres eran
porfiados-
Le pasó algunas frazadas a Antonia
-Ten y vete a dormir en el sillón-
-¿Los milicos no van a volver?-
-No, ya revisaron la casa-
-Gracias por esconderme, tío-
-No sé en que estaban pensando tus padres, yo apenas
tengo para comer ¿Como cresta voy a mantener a una cabra chica?-
-No tengo donde más ir, Tío-
-Lo sé, acuéstate y mañana pensaremos en algo-
Antonia se acostó, pero no pudo dormir en toda la
noche, cada vez que cerraba los ojos recordaba aquellas horrendas imágenes de
su madre siendo acribillada por los militares.
-Mamá, papá, abuela...
Al otro día Enrique hizo que Antonia se levantara
temprano
-Acompáñame- le dijo-
iremos a ver si aún queda alguien con vida-
Salieron y el panorama era desolador: la mayoría de
las casas habían sido consumidas por las llamas

