jueves, 12 de abril de 2018

Antonia, capitulo 3



Antonia quería gritar de terror al ver como sus padres eran asesinados por los militares, pero comprendió que si lo hacia la descubrirían.
-Mamá, papá...
Los militares subieron los cuerpos a un camión.  Antonia quiso enfrentar a los uniformados y vengar a sus padres, pero el miedo la tenia paralizada. No podía creer que ya nunca más vería a sus padres.
-Los mataron...
Escuchó otro disparo y presintió de que se trataba: su abuela, probablemente también había sido asesinada por aquellos hombres de uniforme.
-Me quitaron a mi familia....
-¡Revisen bien la casa!- ordenó  un militar
Antonia comprendió que  lo mejor era correr lejos.
Huyó sin mirar atrás, con los ojos llenos de lagrimas  y el llanto atorado en la garganta.
Sus padres, su abuela, todos habían sido asesinados.

Corrió por casi una hora y llegó sin  aliento a casa de su tío Enrique
-¡Tío!- gritó desde afuera-¡Tío!-
Un enorme perro le salió al paso
-¡Tío, tío, el perro!-
El fiero mastín sacó la cabeza por entre los palos de la cerca amenazando con morder a Antonia
-¡Sale perro!-
Para alivio de la niña la puerta se abrió y un hombre regordete salió, era su tío Enrique.
-¡Ya basta, Duque!- gritó y el perro retrocedió obediente
-¡Tío Enrique!-
El hombre frunció el ceño, tardó unos segundos en reconocer a Antonia y abrirle la puerta.
-Antonia ¿Qué haces aquí?-
La niña lo abrazó
-Tío, mis papás, los milicos...Los..Los..
-¡Cálmate!  Respira hondo y una vez que te calmes me cuentas todo-
Antonia respiró hondo y trató de tranquilizarse
-Los milicos, fueron ellos...Llegaron...Fueron a la casa y asesinaron a mis papás y a la abuela...
La niña volvió a romper en llanto  
-Debemos entrar a la casa-
Enrique la llevó adentro y le dio un vaso con agua y azúcar.
 -Eso te tranquilizará-
-Gracias, tío-
-¡Milicos de mierda! Sabía que tarde o temprano vendrían aquí, pero tus padres son porfiados-
-Dijeron que viniera a tu casa, que tú me cuidarías-
Enrique puso mala cara.
-Sí, supongo que sí- dijo
La casa de Enrique tenía un solo dormitorio, pero el hombre no quiso perder la comodidad de su cama:
-Vas a tener que dormir en el sillón, Antonia-
-No importa, tío-
-Te traeré unas frazadas-
Antonia se dejó caer pesadamente sobre el sillón y otra vez se puso a llorar
-¡Papá, mamá, abuela!-  
-¡Ya deja de llorar!- le dijo Enrique- después habrá tiempo para llorar a los muertes, ahora debemos estar preparados, los militares podrían venir-
  Todavía no acababa de decir esas palabras cuando estaban tocando la puerta
-Deben ser ellos ¡Escóndete, Antonia!-
Antonia se metió bajo la cama.
Enrique abrió la puerta y un grupo de militares entró a la casa
-¿Cuál es tu nombre?- le preguntaron
-Soy Enrique Garcés-
El militar revisó  la casa por completo
-Parece que no hay nadie- dijo- vámonos-
Los uniformados se fueron y Antonia pudo salir de su escondite.
Enrique apretaba los puños.
-Yo sabía que todo esto iba a pasar, tus padres eran porfiados-
Le pasó algunas frazadas a Antonia
-Ten y vete a dormir en el sillón-
-¿Los milicos no van a volver?-
-No, ya revisaron la casa-
-Gracias por esconderme, tío-
-No sé en que estaban pensando tus padres, yo apenas tengo para comer ¿Como cresta voy a mantener a una cabra chica?-
-No tengo donde más ir, Tío-
-Lo sé, acuéstate y mañana pensaremos en algo-
Antonia se acostó, pero no pudo dormir en toda la noche, cada vez que cerraba los ojos recordaba aquellas horrendas imágenes de su madre siendo acribillada por los militares.
-Mamá, papá, abuela...

Al otro día Enrique hizo que Antonia se levantara temprano
-Acompáñame- le dijo-  iremos a ver si aún queda alguien con vida-
Salieron y el panorama era desolador: la mayoría de las casas habían sido consumidas por las llamas