Recuerdo que estuve nerviosa toda la mañana, intentaba pensar
en otra cosa, distraerme ayudando con el aseo en la casa, pero no había caso,
Mario no salía de mi cabeza y el estómago se me apretaba al saber que en solo
unas horas lo vería.
Nuestra primera cita.
Apenas pude probar bocado durante el almuerzo
-¿Qué tienes, Doris?- me preguntó mi mamá-¿No tienes
hambre?-
-Me…Me duele un poco la cabeza- le mentí
Cada suspiro que daba era por Mario y de pronto me puse a
pensar en lo que ocurriría si esa tarde me daba un beso
-Que nervios- pensé- No, aun no estoy lista para el primer
beso-
Aunque siempre cuando leía novelas de amor me imaginaba a mí
como la protagonista de aquellos libros, siendo besada por un apuesto galán
como Mario.
Las horas pasaban lentas, cada una parecía durar un siglo y
yo me angustiaba más y más.
-Que sean luego las cuatro- pensaba mientras me daba mil
vueltas en mi pieza.
Las dos.
Las dos y media.
Las tres y mis nervios iban a explotar.
Tres y media y ya estaba lista.
Me fui un cuarto para las cuatro a la playa, el lugar donde habíamos
quedado de juntarnos.
Ahí estaba el, tan guapo como siempre, luciendo su más linda
sonrisa.
-¡Pero qué guapa te vez!- dijo- jajaja-
-Gracias-
Me dio un beso en la mejilla alborotando aún más mi dichoso corazón
-Vamos a caminar por la orilla de la playa- dijo
Y me tomó de la mano
