La fiesta está
muy animada, las cuecas y los zapateos se escuchan por todo el campo que por
esa noche deja de ser silente. Las
tonadas de la abuela Ercilia les gustan a todos y la pista está llena de
parejas bailando.
El "pepino" Martínez empina una vez más el
codo y se manda al seco el vaso de vino que recién nomas le habían servido,
mientras el Julián Gatica intenta conquistar a la esquiva Rosaura quien es la
soltera más codiciada de toda la hacienda
-¡Vuelta!- grita la abuela Ercilia
Y los huasos y las chinas cambian de lado sin dejar de
bailar.
Así de alegres son las fiestas en la hacienda Santa
Teresa, llenas de vida, con mucha cueca y con el sabor pícaro del campo
chileno. El patrón Don Fernando organiza estos eventos una vez al mes y todos
sus trabajadores y amigos comparten a la par, sin mirar clases sociales ni
peleas.
En una de las murallas de la sede, junto a un trofeo
del club deportivo local hay colgado un gran cuadro del presidente Allende a
quien Don Fernando y todos en la hacienda defienden con uñas y dientes.
-¡Que cante la Antonia!- grita alguien
Las cuecas de la abuela Ercilia han terminado y la
gente quiere escuchar a su nieta Antonia de 12 años quien sabe tocar la
guitarra y cantar.
-¡Antonia, Antonia, Antonia!- gritan todos en coro
Antonia está en la puerta de la sede junto a Jennifer
su mejor amiga y a otros niños de la hacienda
-Quieren que cantes - le dice Jennifer
Antonia sonríe y se acerca a su abuela quien le tiende
la guitarra:
-Tóquese una cueca, mi niña- dice la anciana
Y Antonia comienza a tocar, sus dedos son mariposas
moviéndose por las cuerdas de la tonada, y comienza la canción:
"Déjame que te llame
La consentida,
Porque todo consigues, mi vida
con tu porfía..."
Antonia deleita al público con dos cuecas más y luego
recibe un gran aplauso antes de regresar a jugar con los otros niños.
Su madre la mira orgullosa:
-Es tan habilosa mi niña-
Su amiga Corina sonríe:
-Está hecha toda una mujer- le dice- pronto van a
andar todos los cabros detrás de ella-
-¡Ay no! Yo los voy a espantar con una escopeta-
-Jijiji-
La señora Rebeca sonríe:
-Mi mamá le va
a regalar una guitarra. Ya quiero ver su carita cuando la reciba, ella siempre
ha querido tener una guitarra propia-
La señora Rebeca estaba esperando el cumpleaños de
Antonia para que le entregaran la guitarra.
Antonia tenía muchos amigos en la hacienda pues era
una niña muy amable y simpática, siempre dispuesta a ayudar a los demás aun
cuando era muy pequeña.
Jennifer era su mejor amiga, pero Antonia también
salía con Ernestina o con Ramón, salían
a pasear al campo o subían los cerros hasta la punta para ver el hermoso
paisaje que los rodeaba.
Antonia se tendía sobre el pasto y miraba las nubes.
Trataba de buscarles forma.
Esa mañana había salido a buscar leña junto con Jennifer
-El próximo viernes estoy de cumpleaños- dijo Antonia
-Lo sé-
-Mi mamá me quiere hacer una gran fiesta, quiere que invite a todos mis amigos de la
hacienda, dice que me tiene una gran sorpresa-
-¿Qué será?-
Antonia sonrió. Desde chica había anhelado dos cosas:
una guitarra y también conocer el mar,
esperaba que la sorpresa fuera una de aquellas dos, aunque sabía que la
situación económica de la familia no era de las mejores.
-Por supuesto que tu estas invitada, amiga-
Jennifer sonrió, aunque no sabía que llevarle de regalo a su amiga.
En las tardes la familia de Antonia se reunía a tomar
mote con huesillo o mate y ponían la radio para escuchar las noticias de la
capital.
Don Gregorio y la señora Rebeca son adherentes al
gobierno de Allende y escuchan con preocupación lo que está ocurriendo en
Santiago, les gustaría estar allá y
enfrentarse a los momios que critican el gobierno de Allende, pero no quieren
dejar sola la casa, menos cuando estaba próximo el cumpleaños de Antonia
-Mi niña va a cumplir 13 años- dice Don Gregorio
emocionado- está grande ya, es toda una
señorita-
Antonia sonríe, le encanta ver reunida a su familia.
Llegó el gran día,
el cumpleaños de Antonia y todos sus amigos estaban ahí.
La señora Rebeca y Don Gregorio se habían rajado con
un asado y casi todos en la hacienda estaban invitados. La casa estaba llena de
gente, todos muy felices disfrutando de las cuecas, las empanadas y el pebre.
Antonia estaba muy feliz y tenía sus ojitos brillosos,
casi a punto de llorar de pura felicidad
-¿Te gusta tu fiesta, mi niña?- le preguntó Don
Gregorio
-Sí, gracias, papá-
Se puso más feliz
cuando vio que llegaba Juan, un niño de su misma edad que siempre le
estaba haciendo ojitos.
De pronto la abuela Ercilia paró la música:
-Ahora mi nieta Antonia va a tocarnos una cueca-
Antonia se puso roja:
-Préstame tu guitarra, abuela-
-No hace falta, mi niña, mira lo que hay aquí-
La abuela
señaló un paquete envuelto con papel de regalo, en este se dibujaban unas
curvas como las de un camino.
El corazón de Antonia latió emocionado y ella sonrió.
Ya sabía lo que era.
