lunes, 26 de marzo de 2018

Como sobrevivir siendo un tímido en Tongoy capitulo 2


capitulo 2:
No sé si reírme o ponerle mala cara a la señora Nena, con tijera en mano me dice que me hará el corte tipo vasenica.
En la escuela me molestan por ser callado, imaginen cuando me vean con un corte como ese, no van a parar de burlarse en todo el año.
-¡No!- me apuro a decir
-Te asustaste ah, jijiji-
La miro feo, pero respiro aliviado.

Al final me hace un corte decente. Mi mamá queda conforme
-Ahora si pareces gente- me dice

Queda apenas un día para  entrar a clases y yo estoy intranquilo. No por mi corte de pelo sino por lo pesados que son los niños conmigo. Tengo un compañero, el Nicolás Villalobos que no para de molestarme, me pone apodos y una vez hasta me esperó escondido atrás de un árbol solo para sacarme la cresta.
Pobre de mí, hasta escupitajos me llegaron.
Yo no sé pelear muy bien, siempre he sido un niño muy pacifico y cuando veo algún conflicto   trato de alejarme lo más posible. Una vez me tocó arrancar de unos niños de otro barrio, querían pegarme, pero afortunadamente mi primo Saúl apareció como caído del cielo y los espantó.

Es hora de almorzar. Mi mamá hizo pastel de choclo, le queda exquisito,  yo siempre pido dos platos y esta no es la excepción. 
-Tu taita otra vez se fue a tomar- dice mi mamá un tanto molesta- apuesto que anda metido en el San Carlos-
Sospecho que en un rato mas lo irá a buscar, mientras tanto se pone a disfrutar del pastel de choclo. En verdad esta riquísimo.
Aun es verano y hace mucho calor, salgo un rato a sentarme en el banquito que hay afuera de mi casa. Por la calle aun se pueden ver varios turistas y a ratos se forman tacos. El bullicio es enorme, pero sé que en un par de días el barrio volverá a estar tranquilo y sin tanta bulla.
-Hay helado Savory helado-
Se me hace agua la boca, me gustaría tomarme un helado, pero no hay plata, mi mamá no ha hecho lavados y la poca plata que dejó mi papá es para la feria del lunes.
El heladero pasa por mi lado y me mira como diciendo "Cómprame helados, niñito, cómprame helados"   
Me encantaría en verdad, pero no puedo, miro hacia la playa, se ve hermosa.
El heladero se pierde calle abajo y sus gritos se van ahogando poco a poco.
-¿Queris un helado?- me pregunta alguien
Es Juan, mi único amigo, tiene una casa en la playa y su papá trabaja en la mina Jeepito. El Juan ha sido mi amigo desde el kínder, es flacuchento como yo, pero no tan tímido, es bueno para la pelota y cuando grande quiere ser como Carlos Caszely. Lástima que no sea bueno para los combos, sino me defendería del Nicolás cuando este me pega.
-¿Queris un helado?- me vuelve a preguntar
La respuesta es obvia, se me hace agua la boca por un helado.
El Juan me muestra un montón de  monedas
-Mi papá está de pago- dice
-Alcancemos al heladero-
Corremos tras el heladero, por unos minutos me olvido de la orden de mi mamá de quedarme sentado en el banquito y no ir a ninguna parte, pero hace mucho que no tomo un helado y además se veían tan ricos. 
Por fin logramos alcanzar al hombre. Juan le compró dos helados de chirimoya alegre
-Son los helados más ricos de todo Tongoy- dijo el hombre  mientras sonreía enseñando su dentadura en mal estado.
Volvimos al banquito afuera de mi casa.  Mi mamá y la de Juan estaban en la puerta
-¿Donde fueron?-
Juan se puso pálido, como la Luna
-¿Donde fueron?- pregunta mi mamá
-Mira, mamá- le dije- el Juan me compró un helado
La mamá del Juan casi le vuela la jeta de una cachetada, mi pobre amigo dejó caer el helado y se puso a llorar
-¡Este cabro desgraciado me robó plata!- dijo la señora
Juan  se calla, es evidente que su madre no miente, él le  había robado la plata.
La señora se lo lleva de una oreja a la casa, de seguro le espera un par de correazos. Pobre amigo mío.
Mi mamá me mira molesta:
-Te dije que no salieras a la calle-
-Perdón, mamá-
Me tira las orejas. ¡Eso duele! me entra a la casa y el resto de la tarde me la paso leyendo un libro de cuentos.

Mi papá aparece cerca de las seis, cayéndose de borracho y oliendo muy mal.
Mi mamá comienza a regañarlo y se inicia una larga discusión entre ellos. Yo prefiero no escuchar, me distraigo mirando una revista de bicicletas. Me encantaría aprender a andar en bici, sería fabuloso,  aunque no tengo bicicleta, pero siempre he soñado con que me regalen una.

Mi papá se acuesta y mi mamá comienza a calentar agua en un tarro. No teníamos ducha,  nadie en el sitio la tenia. Éramos muy pobres, pero mi mamá se ilusionaba con que algún día tendríamos nuestra propia ducha.

El agua está rica. Calentita
-Bien restregada la espalda- dice mi mamá
Con un viejo paño me voy pasando por todas partes del cuerpo (incluso donde no da el sol)
Tomo once temprano (un rico pan amasado con un vaso de leche con chocolate) luego me voy a acostar con los nervios devorándome por completo. No quiero volver a la escuela, no quiero.
Me quedo dormido cerca de las dos de la mañana, sueño puras tonteras y el despertador me mata del susto, luego aparece mi mamá:
-A levantarse que hay que ir a la escuela-
Me cuesta levantarme, a regañadientes me levanto y tomo desayuno.    
  Mi mamá me peina con el pelo bien engominado, como si una vaca me hubiera pasado la lengua por la cabeza.
-Bien habiloso- me dice y me da un beso en la mejilla
Quiero despedirme de mi papá, pero llega a roncar.
Me voy al colegio, afuera está helado, extraño mi tibia camita, me dan ganas de devolverme.
El Juan me alcanza en la esquina, le pregunto si le pegaron mucho porque se robó la plata, pero no responde.

Yo estudio en la escuela F-174, voy en cuarto año B, es un hermoso establecimiento, me agradaría mas si no estuvieran algunos niños pesados como el Nicolás Villalobos o el Romilio. Nunca se cansan de molestarme.
Faltan diez para las ocho y la puerta de la escuela se llena de niños, compañeros y amigos que se reencuentran tras el verano, otros van por primera vez a estudiar, como los niños de kínder quienes son acompañados por sus padres y uno que otro se pone a llorar.
Don Víctor, el director de la escuela está parado en la puerta y les da la bienvenida a todos. Me cae bien, siempre tiene una palabra amable para mí o mi familia. Es un gran director.
Veo a algunos de mis compañeros, me saludan y yo con un hilillo de voz les respondo.
Entro a la sala y pongo mi mochila en la fila junto a la ventana, cerca del profesor y lejos de los niños malos del curso, también me sirve para escuchar mejor la clase.
Veo que entra una niña, bonita como ninguna. Es nueva, no estuvo en los años anteriores con nosotros. Su pelo se mueve suavemente mientras camina a su puesto. ¿Cómo se llamará?  Me quedo mirándola largo rato. Que linda es.
Suena la campana y toca salir a formarse. Seguramente Don Víctor dará un discurso y se entonará el himno nacional.
Me pongo en la fila, no soy muy alto por lo que me pongo de los primeros, vuelvo a mirar a la niña bonita, pero disimuladamente
-¿Que anday vendiendo?- me pregunta el Juan
-¿Ah?-
-¿Que anday vendiendo?-
No le entiendo hasta que me apunta la entrepierna con un dedo:
-Tienes el cierre abierto-
¡Cresta! ¿Y ahora como me lo subo sin que los demás se den cuenta?   



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