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RESUMEN: Un apuesto italiano se muda al
tercer piso del departamento y sus azules ojos causan estragos en Paulina, ella
y Liliana vuelven a verlo cuando van a comprar, mientras tanto Miguel se roba
un calzón de Paulina ya que sigue obsesionado con ella...
El italiano besó a las muchachas en la
mano. Sus ojos volvieron a clavarse en
los de Paulina, su mirada azul la hacía sentir
de una forma extraña, agradable, pero extraña.
Después de comprar el italiano las
acompañó hasta la casa.
-¿Ya terminaste de ordenar tu casa?- le
preguntó Paulina
-Ya casi, aun me faltan algunas cosas-
-Podrías invitarnos a comer algo de tu
país- le dijo Liliana-¿Sabes cocinar?-
-Por supuesto-
-Puede ser hoy, la Pauly pone la cocina
y tu preparas la comida-
-¡Shi! la weona patuda- pensó Paulina
Iba a decir que no, pero se arrepintió
al ver los ojos del italiano
-Está bien- dijo
-Yo también voy a estar ahí- agregó
Liliana
-Patua de mierda- pensó Paulina
Cuando ambas volvieron a la casa Miguel
ya había guardado el calzón que le había robado a Paulina, lo tenía en el bolsillo y pensaba guardarlo como
todo un trofeo.
Esa noche el italiano llegó puntual a
casa de Paulina, saludó a Héctor quien
lo miró extrañado:
-¿Y este weon?- preguntó
-La Liliana lo convenció de que nos
cocinara un plato italiano-
Paolo se puso a cocinar, Paulina tuvo
que disimular y evitar mirarlo para que Héctor no se diera cuenta.
Liliana llegó a los pocos minutos y para
alivio de Paulina, llegó sin el mirón de su pololo.
Paolo preparó un delicioso plato de su
tierra natal
-Mmm, está muy rico- exclamó Liliana
Paolo les contó que planeaba instalar un
negocio propi: un gimnasio cerca del centro
-Genial- dijo Paulina- cuenta conmigo,
yo voy a ser la primera en inscribirme-
La cena estuvo deliciosa y aunque
Paulina disimulaba y evitaba mirar al italiano por mucho rato, Liliana le
coqueteaba descaradamente.
-Te voy a contratar para que me vayas a
cocinar uno de estos días, Paolo- le dijo
-Cuando quieras-
El italiano se despidió y se fue.
Liliana como siempre se quedó
conversando hasta tarde.
Al día siguiente Paulina estaba
tendiendo ropa en el patio trasero y no se había percatado que había un viejo
que la estaba mirando desde la calle con insano deseo.
El viejo era Ño Ceferino, un borrachito
a quien apodaban "El burro" y que a veces también se ponía a tomar en
el terreno baldío de la esquina. Había estado ausente por casi un mes y ahora
al volver se sorprendió al ver las blancas y perfectas piernas de Paulina.
Ella se percató de que la estaba
mirando:
-¿Qué? ¿Se le perdió algo?-
-¿Es nueva en el barrio, mijita?-
Paulina no respondió.
-Responda po, mijita ¿Le comieron la
lengua los ratones?-
Paulina prefirió entrar hasta que el
viejo se fuera.
Hizo el aseo en su casa y al mirar hacia
el otro patio se llevó una grata sorpresa: ahí estaba el italiano, haciendo sus
ejercicios diarios, sin polera.
Sus poderosos músculos brillaban bajo el
sol matutino, parecía la estampa de un antiguo dios griego.
-¡Pero que músculos!- pensó Paulina-
parece actor de cine-
Se quedó largo rato contemplando al
italiano, con mucho cuidado de no ser descubierta, pero le dio mucho calor al
ver tanto rato aquellos músculos tan perfectamente formados
-Mejor voy a seguir tendiendo la
ropa...Uf, que calor...
Iba bajando las escaleras y lo volvió a
ver, iba saliendo sin polera a trotar.
Paulina se quedó boquiabierta, aquellos
músculos se veían mucho mejor de cer5ca.
Tanto la distrajeron las calugas de
Paolo que pisó mal las escaleras..
-AAAY...
Por poco se saca la cresta, pero cayó
justo en los brazos del apuesto italiano...

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