viernes, 14 de octubre de 2016

Uy, vecinita, capitulo 4

4
RESUMEN: Un apuesto italiano se muda al tercer piso del departamento y sus azules ojos causan estragos en Paulina, ella y Liliana vuelven a verlo cuando van a comprar, mientras tanto Miguel se roba un calzón de Paulina ya que sigue obsesionado con ella...

El italiano besó a las muchachas en la mano.  Sus ojos volvieron a clavarse en los de Paulina, su mirada azul la hacía sentir  de una forma extraña, agradable, pero extraña.
Después de comprar el italiano las acompañó hasta la casa.
-¿Ya terminaste de ordenar tu casa?- le preguntó Paulina
-Ya casi, aun me faltan algunas cosas-
-Podrías invitarnos a comer algo de tu país- le dijo Liliana-¿Sabes cocinar?-
-Por supuesto-
-Puede ser hoy, la Pauly pone la cocina y tu preparas la comida-
-¡Shi! la weona patuda- pensó Paulina
Iba a decir que no, pero se arrepintió al ver los ojos del italiano
-Está bien- dijo
-Yo también voy a estar ahí- agregó Liliana
-Patua de mierda- pensó Paulina

Cuando ambas volvieron a la casa Miguel ya había guardado el calzón que le había robado a Paulina,  lo tenía en el bolsillo y pensaba guardarlo como todo un trofeo.

Esa noche el italiano llegó puntual a casa de  Paulina, saludó a Héctor quien lo miró extrañado:
-¿Y este weon?- preguntó
-La Liliana lo convenció de que nos cocinara un plato italiano-
Paolo se puso a cocinar, Paulina tuvo que disimular y evitar mirarlo para que Héctor no se diera cuenta.
Liliana llegó a los pocos minutos y para alivio de Paulina, llegó sin el mirón de su pololo.

Paolo preparó un delicioso plato de su tierra natal
-Mmm, está muy rico- exclamó Liliana
Paolo les contó que planeaba instalar un negocio propi: un gimnasio cerca del centro
-Genial- dijo Paulina- cuenta conmigo, yo voy a ser la primera en inscribirme-

La cena estuvo deliciosa y aunque Paulina disimulaba y evitaba mirar al italiano por mucho rato, Liliana le coqueteaba descaradamente.
-Te voy a contratar para que me vayas a cocinar uno de estos días, Paolo- le dijo  
-Cuando quieras-
El italiano se despidió y se fue.
Liliana como siempre se quedó conversando hasta tarde.

Al día siguiente Paulina   estaba tendiendo ropa en el patio trasero y no se había percatado que había un viejo que la estaba mirando desde la calle con insano deseo.
El viejo era Ño Ceferino, un borrachito a quien apodaban "El burro" y que a veces también se ponía a tomar en el terreno baldío  de la esquina.  Había estado ausente por casi un mes y ahora al volver se sorprendió al ver las blancas y perfectas piernas de Paulina.
Ella se percató de que la estaba mirando:
-¿Qué? ¿Se le perdió algo?-
-¿Es nueva en el barrio, mijita?-
Paulina no respondió.
-Responda po, mijita ¿Le comieron la lengua los ratones?-
Paulina prefirió entrar hasta que el viejo se fuera.
Hizo el aseo en su casa y al mirar hacia el otro patio se llevó una grata sorpresa: ahí estaba el italiano, haciendo sus ejercicios diarios, sin polera. 
Sus poderosos músculos brillaban bajo el sol matutino, parecía la estampa de un antiguo dios griego.
-¡Pero que músculos!- pensó Paulina- parece actor de cine-
Se quedó largo rato contemplando al italiano, con mucho cuidado de no ser descubierta, pero le dio mucho calor al ver tanto rato aquellos músculos tan perfectamente formados
-Mejor voy a seguir tendiendo la ropa...Uf, que calor...
Iba bajando las escaleras y lo volvió a ver, iba saliendo sin polera a trotar.
Paulina se quedó boquiabierta, aquellos músculos se veían mucho mejor de cer5ca.
Tanto la distrajeron las calugas de Paolo que pisó mal las escaleras..
-AAAY...
Por poco se saca la cresta, pero cayó justo en los brazos del apuesto italiano...


    

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