Moría la tarde en Tongoy. El sol agonizante hacia que el cielo se tornara de un matiz
anaranjado y la agradable temperatura que se había mantenido durante el día
comenzaba a dar paso a un frio que hacia entrechocar los dientes.
La noche llegó con su manto estrellado
sobre el pueblo y muy pocos caminaban por las calles, salvo aquellos que iban
al trabajo o una que otra pareja que amaba los paseos nocturnos.
Eran alrededor de las diez y media cuando
ocurrió aquello.
Romero había sacado a pasear a su perro por
la playa Socos mientras se fumaba su habitual cigarro y meditaba sobre lo que
tenía que hacer al día siguiente.
-Esta pega va a estar buena- decía para sí mismo refiriéndose a un encargo que le
habían hecho; construir una casa de dos pisos en las afueras de Tongoy. La pega había estado escasa por casi un mes y
aquello le venía como una bendición.
Lanzó un largo suspiro.
De pronto algo en el cielo llamó su
atención; parecía tratarse de un cometa cayendo a gran velocidad a la tierra
-¡Un meteorito!-
Se escuchó un gran estruendo cuando aquella
cosa cayó a unos cincuenta metros de donde Romero estaba
-¿Y esa wea?- se preguntó
Los perros empezaron a ladrar enfurecidos
Romero se acercó al lugar donde había caído aquel objeto.
En el suelo se había abierto un pequeño cráter del cual salía un montón de humo.
Cuando este se disipó Romero vio piezas metálicas esparcidas por doquier
-¿Que es esta cosa?-
De pronto vio algo de reojo
-Que...
Un extraño ser corrió hasta perderse en el
oscuro arenal.
Por un instante Romero quedó paralizado de
miedo. pero reaccionó cuando vio que una patrulla de carabineros se estacionaba
en la entrada de la pasarela.
Continuará