martes, 27 de septiembre de 2016

DOÑA PATAS NEGRAS, CAPITULO 1

Con tres hijos grandes, nietos y mi casa propia, yo debería sentirme una mujer realizada y feliz.
Feliz lo soy, a veces, cuando mis hijos vienen a verme, pero cuando quedo sola con mi marido comienza mi pesadilla: el, que antes era tan atento y cariñoso ahora se había vuelto una especie de ogro; frio y despreocupado de mi, poco cariñoso.
Lo único que hace es trabajar, ver televisión o juntarse con sus amigotes, y los fines de semana, cuando se supone que tiene libre, se va a jugar a la pelota y me deja sola en la casa.  Yo me veo obligada a salir a pasear y a hacer la hora para cuando vuelva él.
¿Hace cuanto que Pedro y yo no hacemos el amor? ¿Hace cuanto que no me dice "Te quiero" o me da un beso? yo también tengo necesidades y mi cuerpo también me pide una buena dosis de sexo de vez en cuando.

Mi amiga Sandra me dice medio en broma-medio enserio que me busque un amante, pero ¿Quien se va a fijar en una cincuentona como yo?
-Ay, si eres estupenda- me dice mi amiga
-Jijiji-
La verdad yo no estaba buscando amante, me parecía estar  muy vieja como para una aventura, para andar a escondidas con un hombre, pero el destino me diría otra cosa.

Pedro tiene una hermana  que vive en el campo (Antes, cuando él y yo nos llevábamos mejor solíamos ir de visita a su casa)
Ella llamaba muy pocas veces a la casa, esa tarde fue una de esas ocasiones.
Fue Pedro quien contestó el teléfono. Estuvo largo rato hablando, hasta que al final dijo:
-Bueno, acá recibimos con mucho gusto al cabro-

Cuando Pedro colgó me contó; Julio, el hijo de su hermana iba a estudiar en la universidad a la ciudad y no tenia donde quedarse.  
Pedro le ofreció la casa.
-¿Acá?- le pregunté
-No nos cuesta nada acomodarle una pieza-
Claro, el solo mandaba nomas.

Tuve que acomodar una pieza para el muchacho.
Lo que no imaginaba era que mi sobrino fuera tan guapo, ni menos que cambiaria mi vida.
 


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