RESUMEN: Mi apuesto sobrino llega a vivir a
la casa y no puedo evitar sentir deseo hacia él, a pesar de que se que está
prohibido para mi...
Al otro día mi sobrino salió a trotar bien
temprano. Salió con una polera
apretadita, tan apretadita que se le notaban los músculos
-Buenos días, tía- me dijo
Me dio un sonoro beso en la mejilla.
Sus músculos tan cerca de mí, me provocaban
tantas cosas...
-Es mi sobrino- me repetía a mi misma- Es
mi sobrino, no debo pensar esas cosas-
Pero es que se veía tan guapo que me
costaba no echar a volar mi imaginación.
Julio empezó a estudiar en la universidad y
llegaba en las tardes. Yo por supuesto
lo esperaba con la cena lista, ahí también aprovechábamos de conversar, el me contaba
de cómo le iba en los estudios. Era muy
habiloso y ya estaba haciendo muchas amistades.
Yo lo miraba atentamente, perdiéndome a
ratos en sus ojos azules.
Sin querer (Y aun sabiendo que era
prohibido) me fui enamorando de él, de sus ojos, de sus gestos, de cómo me
trataba. Por supuesto que jamás iba a
decírselo o al menos eso creía yo.
Una tarde mi sobrino había salido con sus
amigos. Se hizo la noche y yo estaba muy
preocupada pues el aun no volvía.
-Pedro, son las once y el Julio aun no
llega-
Pero a mi marido parecía no interesarle:
-Deja que el cabro se divierta, mujer-
No podía hacer eso así que me quedé
levantada esperándolo.
Cerca de las tres de la mañana llegó
bastante borracho.
-¡Tan tarde, Julio! ¿Donde andabas?-
Apenas podía sostenerse en pie así que lo
ayudé a llegar hasta su pieza
-Gracias, tía linda-
Me dio un beso en la mejilla
-Acuéstate mejor-
Pero cuando quise ayudarlo para que se
acostara nos caímos los dos encima de su cama, yo quedé montada sobre él.
-Ay...
Estaba tan cerca, nuestros rostros solo a
escasos centímetros...
No pude evitarlo; le di un beso.
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