Me puse muy nervioso cuando me habló:
-¿Me ayudas?- me preguntó señalando las pesadas bolsas que llevaba en su mano
-¿Ah?-
-¿Me puedes ayudar?- volvió a preguntar
-Si-
Tomé las bolsas, estaban bastante pesaditas
-¿Te las puedes?- me preguntó
-Sí, si tengo fuerza-
Mientras caminábamos hasta su casa comenzó a hacerme
algunas preguntas
-¿Cómo te llamas?-
me preguntó
-Manuel-
-Manuel, soy Érica-
Eso ya lo sabía, pero no imaginaba que su sonrisa
fuera tan linda así de cerca.
-¿Cuántos años tienes?-
-18-
-Mmm, eres joven-
Iba a preguntarle su edad, pero mi madre siempre me
había dicho que era mala educación preguntarle la edad a las mujeres
-¿Tienes polola?- me preguntó
-No- respondí con un hilo de voz
-Parece que eres bien tímido-
Sentí como mis mejillas ardían, me puse rojo
-Jijiji, te sonrojaste-
Llegamos a su casa, ella abrió la puerta y por unos
segundos me quedé embobado mirándole las piernas
-Pasa- me dijo
-¿Ah?-
-Pasa ¿Puedes dejarme las bolsas sobre la mesa, por
favor?-
¿Quien podía decirle que no a ese angelito?
-Bueno-
Entré, la casa era bastante elegante.
Puse las bolsas sobre la mesa.
-Gracias, te pasaste-
Iba a retirarme, pero me detuvo:
-Espera- dijo- deja ofrecerte un juguito. Algo que sea en forma de agradecimiento por
tu caballerosidad-
-Eh...
-Toma asiento-
Nuevamente no pude negarme
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