Capitulo 1
Apenas canta el gallo los trabajadores de la
hacienda Los Robles comienzan a salir de sus casas. Unos presurosos, otros bostezando. Todos se
dirigen a la oficina de Raimundo el capataz quien les dará las ordenes que ha
dejado el patrón y designará a cada uno la labor que les corresponde.
Todos esperan sentados en las bancas que hay afuera
de la oficina.
De pronto se escucha un gran estruendo
-¿Qué es eso?- pregunta Don Fabo, el más copuchento
de todos
Se asoma y ve una gran polvareda en la cuesta.
-Alguien viene-
Una carreta se aproximaba a toda carrera, iba
cargada con maletas y colchones.
-¿Y eso?- preguntó Don Fabo
La carreta era conducida por una bella mujer, de
cabellos dorados, piel blanca y ojos azules como el océano. En la parte trasera de la carreta, además del
montón de cosas venían cinco muchachas, todas igual de hermosas como la
conductora.
-¡ Válgame dios!- exclamó Don Rosendo, uno de los
mas lachos de la hacienda ¡Pero miren que ramillete de flores!-
La mujer detuvo la carreta frente a todos los
hombres, al hacerlo levantó una nueva
polvareda.
Cuando el polvo se dispersó la mujer esbozó una
bella sonrisa.
-Buenos días- dijo- ¿Me pueden decir cómo llegar
hasta la vieja casona Maturana?-
Don Rosendo fue quien contestó:
-Es re fácil, mijita; siga por este camino hasta el
fondo, después doble a la izquierda. La primera casona que va a encontrar es la
casona Maturana-
-Muchas gracias-
La mujer movió las riendas del caballo y la carreta
se puso en marcha una vez más.
Don Rosendo lanzó un largo silbido
-¡Vaya montón de chiquillas lindas, oiga!-
-¿Quienes serán?-
Don Fabo, quien se conocía todas las copuchas de la
hacienda fue quien contestó:
-¿No saben que vendieron la casona Maturana? Esa
mujer es la nueva dueña-
-¿Qué? Pensé
que Don Valerio la iba a comprar-
-Al parecer el terco de Cornelio Maturana no se la
quiso vender-
-Chuu... Don Valerio va a estar furioso-
-Sí, el siempre
quiso quedarse con esas tierras-
-¿De qué hablan los copuchentos?- preguntó Augusto
Martínez, quien siempre llegaba atrasado
-Vendieron la casona Maturana y todas esas tierras-
-Y la dueña es preciosa- agregó Don Rosendo
En ese momento apareció Raimundo y los huasos
guardaron silencio. No era prudente hablar ese tema frente al capataz, podría
decírselo a Don Valerio.
Entretanto la mujer seguía manejando la carreta por
aquellos polvorientos caminos, con sus hijas atrás, en medio de todas sus pertenencias
-¿Cuanto falta, mamá?- preguntó Alba, la mayor
-Ya queda poco, hija- dijo la conductora
La mujer se llamaba Miriam y había cierta tristeza
en sus ojos. Era la nostalgia por dejar
atrás toda una vida en la ciudad, por tener que empezar de cero en el campo.
Su esposo Saturnino había fallecido en un horrible
accidente de tránsito y ella se había quedado viuda con sus hijas. De eso hacía
ya más de un año. Le costó mucho a
Miriam superar la pena, pero tuvo que
aprender a salir adelante por sus hijas, trabajó en un restaurant y con eso
solventó muchos gastos.
Se llevó una gran sorpresa al saber que su esposo
había dejado una buena suma de dinero destinada a comprar las tierras que
pertenecieron a la familia Maturana.
-Tal vez la vida en el campo nos siente bien-
pensó Miriam
Y decidió mudarse a las cercanías de la hacienda los Robles, aunque no tuviera idea
de cómo es la vida en el campo.
-Espero estar haciendo lo correcto- se dijo
Al fin divisaron la casona Maturana
-¡Es enorme!- Dijo Roxana
Un hombre las estaba esperando, se trataba de Cornelio Maturana.
Miriam y sus hijas bajaron de la carreta. Las muchachas
estaban aliviadas, por fin el viaje llegaba a su fin.
-Buenos días, señoritas- dijo Cornelio
-Buenos días- dijeron todas
-Pase por aquí, Miriam, el notario ya está adentro
esperando para que firmemos los papeles-
-Espérenme aquí, niñas-
Miriam entró mientras las muchachas la esperaban. Las hermanas eran cinco: Alba, la mayor,
Roxana, Emilia, Julieta y Carla, esta ultima había quedado muda hace un par de
años, todos ignoraban el por qué, pero de un día para otro perdió la voz.
-Este lugar es hermoso- dijo Roxana
-Habrá que trabajar mucho para sacar adelante estas
tierras- dijo Alba
-¿Por qué el dueño habrá decidido venderlas?-
-¿Habrán muchachos en la hacienda vecina?- preguntó
Julieta
-Tú solo piensas en eso-
Adentro Miriam y Cornelio firmaban los papeles de
compra venta de la casa.
-Bien- dijo Cornelio- la casona y todas estas
tierras ahora son todas suyas, Miriam-
-Aun no comprendo por qué las vende-
-Quiero ir a vivir cerca del mar, ese ha sido mi
sueño siempre y con este dinero me alcanza para estar cómodo un par de años-
El hombre se despidió y luego se fue junto con el
notario.
Miriam le hizo una seña a sus hijas:
-Pasen, niñas-
Las muchachas se abalanzaron sobre la casa entre
gritos y risotadas, empezaron a revisar el lugar y a elegir habitaciones.
-El lugar es enorme- no dejaba de decir Alba
La casona tenia además del enorme jardín un invernadero muy bien cuidado
-Al parecer al señor Maturana le agradaban mucho las
flores- dijo Julieta
-¡Ayúdenme a bajar las cosas de la carreta!- dijo
Miriam
Entretanto, en la gran casona de los Robles, Don
Valerio se enteraba de la venta de la casona Maturana
-¡Cornelio es un maldito terco!- gruñó -¿Por qué no
quiso venderme sus tierras?-
A su lado estaba Mauricio, su mano derecha en
cualquier tipo de asunto, un tipo frio que solo vivía para servir a Don Valerio
- Hay rumores de que le vendió esas tierras a una
mujer- dijo el hombre
-¡Una mujer!-
-Así dicen-
-Quien haya sido no estará mucho tiempo en ese
lugar-
Fue un día agotador para Miriam y sus hijas, después
de bajar todas las cosas de la carreta tuvieron que ordenar sus habitaciones y
la casa.
-Ya descansemos un rato ¿Si?- dijo Julieta- hemos
estado acarreando y moviendo cosas toda la tarde-
-La casona debe verse impecable- le dijo Alba- ¿O
quieres que esté todo desordenado y cochino?-
-Podríamos ordenar después. Podríamos salir a recorrer las tierras, tal vez..
-¡Eso después! Deja de ser tan floja-
Miriam tuvo que calmar a sus dos hijas. Alba y
Julieta no se llevaban muy bien.
Antes del anochecer recibieron la visita de Don
Valerio Robles
-Buenas tardes- dijo -Usted debe ser la nueva dueña
de estas tierras. Mucho gusto, mi nombre es Valerio Robles-
-Un gusto, caballero. Me llamo Miriam y estas son
mis hijas-
-Bienvenida a esta hermosa región-
-Muchas gracias-
-Seré breve; Cornelio Maturana nunca quiso venderme
estas tierras y de la noche a la mañana se las vendió a usted, ¿Es acaso
familiar suyo?-
-Don Cornelio y mi difunto esposo tenían un trato
desde hace mucho-
-Eso no me importa, quiero saber en cuanto me vende
todo. Estoy dispuesto a pagar lo que sea-
-No voy a vender estas tierras, Don Valerio, mi
esposo las compró para mis hijas y para mi-
-El campo es un lugar muy duro para un grupo de
mujeres solas ¿Piensan arar la tierra ustedes? ¿Arreglarán las cercas ustedes?
No, eso es trabajo de hombres-
-Eso es machismo-
-Dígame ¿Cuánto pagó su esposo por estas tierras? le daré el triple-
Miriam abrió los ojos de par en par. La cifra que
ofrecía aquel hombre era una cantidad enorme.



