Ana María estuvo casi una semana muy triste y Julián siempre
se mantuvo apoyándola, dándole ánimo y sacándole sonrisas.
-Gracias, primo- le dijo ella
-Ya olvida a Bernardo, no vale la pena que estés triste por
alguien así-
-Sí, tienes razón-
A pesar de que en el desolado desierto había muy pocos
paisajes que ver, Julián invitó a Ana María a un paseo esa noche
-El desierto es el mejor lugar para ver las estrellas-
Ana María no quería ir, pero Julián insistió tanto que
terminó por aceptar
-Adamas te tengo una sorpresa- dijo el
-¿Una sorpresa? ¿Qué será?-
-Esta noche lo verás-
Aquella noche Julián la llevó al desierto. El cielo estrellado se veía más
majestuoso que nunca.
-Esto es maravilloso- dijo ella
-Y mira-
Julián había tendido un mantel sobre la arena, puso encima
una botella de vino y comida
-Es una sorpresa para ti-
-Ay, gracias, primo, te has portado tan bien en estos días.
Has sido como un ángel-
Se sentaron sobre el mantel
-Gracias- dijo ella una vez más.
Compartieron un lindo rato, ella no dejaba de mirar las
estrellas y sonreír. Se veía preciosa y Julián quería decirle que la amaba,
pero ella podía pensar que él se estaba
aprovechando de la situación, así que como siempre prefirió callar.
Ana María no dejaba de agradecerle por la sorpresa
-Te pasaste, primo, eres un ángel-
Le dio un sonoro beso en la mejilla
Julián se quedó inmóvil por unos instantes.
Cada día se sentía más enamorado de ella.

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