Adoro el olor a café en las mañanas. Llega desde el comedor y se cuela por entre
las puertas hasta alcanzar mi nariz.
No necesito ni despertador ni alarma, apenas siento
el olor a café por las mañanas sé que es hora de levantarme.
Mi madre como siempre me prepara un desayuno
consistente.
-No quiero que seas como esas flacuchentas de la
tele- me dice
En mi casa todos somos gorditos, mi mamá, mi papá,
mi hermano y yo.
Confieso que antes no me molestaba, pero desde que entré
a la universidad me he sentido un tanto avergonzada por mi forma física, he
notado la forma en que me miran mis compañeros, he visto el desprecio en sus
rostros, para ellos solo soy “La gorda del salón”, la chica graciosa. Sí, soy la chica que tiene muchas amigas, unos pocos
amigos, pero que jamás tendrá novio. Soy
la que nadie saca a bailar en las fiestas, pero no vivo una vida triste, pues
mis amigas hacen más llevadera mi estadía en la universidad.
Mi nombre es Doris, tengo 20 años y estoy entre los
mejores alumnos de toda la universidad, los profes siempre me lo dicen.
Soy la regalona en la casa y lo paso muy bien con
mis amigas, pero ¿Por qué siento que me falta algo? ¿Amor? No sé, soy de esas chicas
a las que les gusta el romanticismo a la antigua, pero seamos honestos; ¿Quién se
va a fijar en mí? Lo primero que entra
por la vista es el físico ¿A quién le puede gustar la gordita del barrio? No,
estoy resignada a quedarme soltera.
He tenido amores platónicos como todo el mundo, pero
sé que no pasaran más allá de eso.
Nunca sabré lo que es sentir un beso o andar de la
mano con alguien por la calle y ahora que lo pienso, eso es algo muy triste.
3 de mayo
Recuerdo perfectamente el día en que llegó Mario,
era un día martes.
Si no fuera tan guapo no le habría tomado
importancia, aunque no imaginaba lo mucho que él iba a cambiar mi vida…

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